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Perú, ¿país minero?

Diciembre de 2021
Imagen de maquinarias pesadas trabajando en terrenos mineros
Foto de Roberto Montero

Roberto Montero
Gerente de División Banca Patrimonial - BanBif
rmontero@banbif.com.pe

Si bien la respuesta es bastante obvia, siempre es bueno recurrir a las cifras como sustento. Según el Servicio Geológico de US (USGS, 2021), el Perú es actualmente el segundo productor mundial de cobre y plata; el tercero de zinc; el cuarto de plomo y estaño; y el octavo de oro. Adicionalmente, nuestro país cuenta la cuarta mayor reserva de oro del mundo. En cuanto a las cifras internas, la minería representa el 9% del PBI y más del 50% de las exportaciones totales. Adicionalmente, la minería es responsable de la generación de cerca de 230 mil empleos directos. Según el MEM (2019), cada empleo en la minería genera 6.25 empleos adicionales (1 indirecto, 3.25 de consumo y 2 de inversión). Finalmente, nuestro país tiene en cartera 49 proyectos mineros por un valor cercano a los USD 60 mil millones (30% del PBI).

Estas cifras evidencia que la minería es un sector estratégico para el desarrollo del país. Por ello, resulta extraño que no tengamos una visión de largo plazo que establezca los lineamientos estratégicos clave para fortalecer su crecimiento en el tiempo. En vez de ello, a la minería se le ve más como una fuente de ingresos inmediata o como un “enemigo” cuyo antagonismo permite ganar popularidad.

Si un gobierno quiere incrementar sus ingresos, el camino fácil siempre será elevar los impuestos, haciendo que los contribuyentes actuales paguen más. Y cuanto más grandes sean, mejor. Por ello, la minería siempre ha estado en la mira. Pero, ¿cuánto más se puede cargar con impuestos a este sector sin que empiece a perder competitividad internacional? Para empezar, la carga fiscal que tiene el sector está por encima del promedio mundial y en línea con Chile. La estructura de tributos incluye -además del impuesto a la renta (del cual se desprende del canon minero)- el Impuesto Especial a la Minería (IEM), el Gravamen Especial a la Minería (GEM) y las regalías mineras. Estos impuestos tienen tasas escalonada y se aplican sobre la utilidad operativa (IEM, GEM) y sobre las ventas (regalías). Sólo durante los primeros siete meses del año, este sector ha generado ingresos para el fisco por PEN 2,084 millones, cifra superior al pico anual de los últimos diez años, alcanzando en el 2010.

A pesar de toda esta carga, el Ejecutivo ha propuesto, dentro de sus reformas tributarias, incrementar aún más la carga del sector minero por dos lados: (i) incrementar las tasas vigentes, en particular la tasa mínima de regalías de 1% a 2%, lo que afectará principalmente a las empresas en fases iniciales; y (ii) aumentar la base imponible del impuesto a la renta, proponiendo límites o incluso eliminando las deducciones al impuesto a la renta y la depreciación acelerada. Obviamente, esto no podría aplicarse a las empresas con contratos de estabilidad tributaria (Anglo American, Quellaveco, Hudbay Perú, Cerro Verde).

Entre tanto, por el lado del populismo social, el Ejecutivo intentó cerrar cuatro minas en Ayacucho, cuyos conflictos sociales datan desde hace varios años atrás. Más allá de la ignorancia que mostró el gobierno sobre el significado de un cierre de mina, lo que preocupa es su falta de interés hacia las nuevas inversiones que ya estaban anunciadas por dichas minas. Tan solo unos meses antes, Hochschild, dueño de la Minera Ares, había anunciado una inversión de USD 4,436 millones para ampliar la vida útil hasta el año 2041 de uno de los yacimientos en cuestión, la mina Inmaculada (oro y plata). Lo mismo había sucedido con Apumayo y Breapampa, quienes también estaban gestionando una ampliación. ¿Por qué frenar inversiones que pueden seguir generando puestos de trabajo y potenciar el crecimiento del sector?

Lo que todo gobierno debe comprender es que la incertidumbre es el peor enemigo de la inversión, y tratándose de un sector tan estratégico como la minería, es mejor sentarse a conversar y planificar.

La inestabilidad política está llevando a las empresas mineras a enfocarse en extender la vida útil de sus yacimientos, en vez de realizar nuevas exploraciones. Basta recordar como hace unos meses atrás, Newmont postergó su decisión de financiamiento del proyecto Yanacocha Sulfuros (USD 2,100 millones) hasta el segundo semestre del próximo año.

El Ejecutivo debería preocuparse en incentivar la exploración minera, elemento clave para hacer sostenible este negocio en el largo plazo. Enfocar sus esfuerzos en disminuir la burocracia para aprobar un proyecto dependiendo del tamaño del mismo y el impacto sobre el medio ambiente. Ello permitiría alimentar la tubería de proyectos mineros, la cual desde hace algún tiempo que no se incrementa.

Otro tema muy importante es tomar la decisión de enfrentarse a la minería ilegal, la cual es la que produce el mayor daño socio ambiental. Según Macroconsult, se estima que la producción ilegal de oro en el 2019 representó el 29% del total producido en el sector formal. Si se quiere reducir el impacto ambiental y generar más ingresos, es vital empezar a regular este negocio, ubicado principalmente en las zonas fronterizas del país (Madre de Dios, Puno y San Martín).

Y para terminar con la lista de pedidos, recordarle al Ejecutivo un proyecto que resulta clave para disminuir los conflictos sociales en el corredor minero: la construcción del ferrocarril Nodo Minero Sur-Marcona.

Cada país tiene ventajas comparativas que resultan claves para un crecimiento sostenido. En nuestro caso, pareciera que esas ventajas se miran como si fuesen debilidades.

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