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El Inversor Inteligente

Septiembre de 2021
Hola 2021

Roberto Montero
Gerente de División Banca Patrimonial - BanBif
Directo: 613 3790
Celular: 967 998 435

El hombre por naturaleza es un ser gregario, lo que significa que tiende a estar en grupo para sentirse bien. Esta vida en comunidad implica contar con ideas comúnmente aceptadas por todos. Dicha naturaleza humana nos permite comprender mejor el famoso “efecto manada” en las inversiones, es decir, la facilidad que tenemos en dejarnos llevar por el entusiasmo/depresión del mercado en períodos de bonanza/caída.

Isaac Newton pronunció la siguiente frase luego de sufrir en carne propia el estallido de la burbuja de los “Mares del Sur” que dio inicio al crack de 1720: “Puedo calcular el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de las masas”. Dicha crisis hizo quebrar numerosos bancos e inversionistas ante el hundimiento del precio de las acciones de South Sea Company.

Harry Markowitz, padre de la teoría de portafolios y premio Nobel 1990, diseñó su portafolio de inversiones 50/50 entre acciones y bonos. En vez de seguir los fundamentos de su teoría, el sustento de esta distribución fue equilibrar el sentimiento que tendría en caso el mercado de acciones suba y él no esté invertido; o baje y estuviera invertido al 100%.

La irracionalidad a la hora de invertir es pan de cada día. Pero si comprendemos un poco cómo funciona nuestra mente cuando invertimos, podremos limitar esta irracionalidad en nuestras decisiones e incluso sepultar el efecto manada. Según la economía conductual, podemos detectar cuatro factores psicológicos centrales que bloquean nuestra capacidad para tomar decisiones racionales:

Exceso de confianza. Cuando ganamos es por nuestro gran habilidad y conocimiento, pero cuando perdemos es por culpa del mercado. Esta soberbia nos lleva a asumir riesgos innecesarios, concentrando gran parte de nuestro patrimonio en pocos activos, porque supuestamente “hemos descubierto la tendencia exacta de tal o cual activo financiero”.
Sesgo en nuestras decisiones. Tendemos a ponderar con mucho mayor énfasis nuestras experiencias más recientes a la hora de tomar una decisión de inversión. Si éstas experiencias fueron de pérdida, no querremos volver a invertir nunca más en ese activo.
Presión social. ¿Cómo perderme la fiesta cuando todos está bailando? Tendemos a ceder ante lo que todos están comprando, sin analizar previamente el fundamento detrás de dichas decisiones de inversión.
Fobia a las pérdidas. Nadie quiere perder. Incluso se llega al extremo de convertir decisiones de trading (corto plazo) en estrategias de largo plazo para evitar realizar pérdidas. Esto empeora cuando se crea la necesidad de generar mayores retornos para compensar las pérdidas no realizadas.

Creo que nadie se salva a estos cuatro factores, pero una vez que conocemos mejor estos aspectos, es más sencillo minimizarlos. Por ello les esbozo a continuación algunos puntos que debemos tener en cuenta para tomar mejores decisiones de inversión.

Análisis y visión. Debemos estar en capacidad de sustentar nuestras decisiones de inversión como si fuera dinero ajeno. Para ello, debemos analizar objetivamente el contexto global y esbozar un escenario futuro vinculado a nuestro horizonte de inversión.
¿Cuánto queremos ganar? La respuesta no puede ser: “lo más que se pueda”. Debemos ser realistas en nuestro rendimiento esperado, dada nuestra tolerancia al riesgo. La rentabilidad esperada debe ser consecuencia del objetivo personal o familiar por el cual invertimos.
Saber cortar las pérdidas. Es mejor perder poco con disciplina y luego reinvertir en otras opciones, que esperar sentado a que una inversión se recupere. Recuerden que el nivel del “Stop Loss” dependerá siempre de la volatilidad del activo.
Coherencia con nuestra visión. Si alguno de los supuestos que tuvimos para diseñar nuestro portafolio pierde vigencia, debemos plantear rápidamente una táctica que corrija nuestras inversiones.

Toda inversión requiere de un método y una disciplina. Sin estas herramientas estamos a merced de nuestra irracionalidad a la hora de invertir. Esto lo expresó Benjamín Graham a inicios del siglo pasado: “El mercado es como un péndulo que siempre oscila entre el optimismo insostenible (que hace que los activos sean demasiado caros) y el pesimismo injustificado (que hace que los activos sean demasiado baratos). El inversor inteligente es una persona realista, que vende a optimistas y compra a pesimistas”.

Debemos aprender a ser inversores inteligentes que toman decisiones realistas y fundamentadas, dejando de lado la codicia que lleva a la irracionalidad, y comprendiendo que invertir no es un juego o una moda, sino una actitud responsable frente a nuestro futuro personal y familiar. Esta complejidad nos debe llevar a contar siempre con una asesoría especializada, objetiva, transparente y libre de cualquier conflicto de interés.



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